Existe una tendencia de personas que trabajan en la moda a relacionar la misma con el arte: "moda es arte". En este contexto estaríamos asumiendo que todo estilista es un artista, y que podría alcanzar el estatus de un Picasso o de un Rodan. Hace poco un amigo me dijo esta frase: "El arte guarda un mecanismo sutil para sublimar la sexualidad, en tanto que la industria de la moda incorpora un mecanismo sutil de reforzarla".
Todos nosotros hemos escuchado historias de la capacidad de los artistas para desafiar las limitaciones impuestas por el ejercicio de vivir, asumiendo situaciones extremas, riesgos y perjuicios que pueden comprometer su propia estabilidad moral, mental y emocional. Cuantos artistas han quedado recluidos en manicomios, o deambulando en la penumbra, por las calles, sustentados únicamente por la necesidad de crear y de recrearse, en un doloroso proceso interno de busca de sí mismo y del sentido de la vida.
Ahora la pregunta sería: ¿cuántos estilistas tendrían esta capacidad de sufrimiento por el ejercicio de su profesión? Para el artista es importante también la necesidad de ganar dinero, pero más importante aún es la necesidad de llegar para dentro de sí, de encontrar un sentido para su vida, de identificarse , reelaborarse y recrearse con su obra. Esto último sería más difícil de ser ejecutado por un estilista, o sea el de conseguir identificarse con una nueva colección, con un vestido o con un nuevo zapato; en todos estos casos el aspecto de transitoriedad de la obra es alarmante.
El arte resalta el trabajo, el sufrimiento, la necesidad de expresarse a través de la obra. El estilista busca diversión, belleza y principalmente la satisfacción consumista de sus clientes, y por lo tanto toda discusión estética y de contenido de su obra se queda irremediablemente en la superficie.
En el ejercicio de sublimar la sexualidad el artista no necesariamente busca apagarla, mucho menos reprimirla. Es un intento de ir más allá de la dualidad, en donde intuye que puede haber un espacio para la paz, en donde todo aspecto de banalidad, vanidad y superficialidad queda neutralizado por una fuerte y transformadora experiencia interna.
A pesar de que disfruto mucho ver mujeres bien vestidas, me parece que moda y arte van en direcciones opuestas - que me perdonen los estilistas.