viernes, 12 de febrero de 2010

¿A quien amas?


  
(A Sri Maha Krishna Swami)

¿Que estás apasionada por mí hija mía?
Observa bien lo que estás sintiendo,
y sobre todo lo que estás mirando.
¿Como te puedes apasionar por un espíritu,
que no tiene forma, ni rostro, ni identidad?

Abre bien tus ojos y sintoniza bien tus oídos
para que percibas mi vibrar que permanece activo,
aún después del tránsito de las épocas y del crepúsculo
de variables y fortuitos atardeceres idos
(marcados con mi hálito en el fino tejido de tu alma).
He tejido allí la huella de tu pisada indeleble,
y la percepción del toque de tus dedos en mi mano
permanece como testigo de mi promesa de sentirte
nuevamente, de tocar tus ojos y escuchar tu aliento.

Me verás en las pálpebras herméticas, fijas y acentuadas,
esbozadas en la quietud del sueño de los niños,
que recibieron la caricia esencial que aproxima el conforto
y la tranquilidad sobre un venturoso despertar.
Me percibirás en el devotado mirar de los animales
que procuran asiduos y tiernos el alimento entre tus manos,
y me declaro también en el suave y claro sonido
que emiten de los remotos riachuelos que aún no fueron
desarmonizados por la mano inconciente del hombre.

(Y estoy también en el leve sonido que produce
tu pie desnudo al pisar las hojas caídas de los árboles,
en el sinuoso camino que tocas y transitas,
en los suaves atardeceres que ya pronuncian
el canto de la tranquila noche, hasta tu morada).

Me verás también en el vuelo de los pájaros
y en la suave fragancia que exhala la hierva húmeda
en las horas tempranas del amanecer.
Cambiaré mi rostro muchas veces
y múltiples fases de mi mirar esparciré
por todos lados, en diferentes atardeceres
y en diferentes épocas y locales,
en los que deslizarás soñando nuevos sueños,
(quizás transites por otros ya vividos).

Vendré suavemente como la brisa para despertar,
tu mirada de frágiles sueños que no son realidad.
Estaré en la temperancia que manifiestan los árboles
de los pausados bosques que permanecen intocados.
Allí me encontrarás como siempre he sido
y como tú has sido también:
yo siempre tuyo y tú siempre mía,
y yo siempre mío y tú siempre tuya;
unidos y concientes de que somos la propia Eternidad.

No te confundas para que no te sofoques,
en las múltiples fases que me mostraré,
pues por eso sufre tanto esta humanidad:
sus hijos se apasionan por cualquier cosa
y por cualquier faz, menos por la Divinidad.