domingo, 26 de julio de 2009

Sobre algún texto bíblico

Otro texto sagrado que me impactó en mi adolescencia es la introducción del evangelio de Juan. Dicen que Juan era el discípulo más próximo del maestro, tal vez el que más estaba sintonizado con la fuerza del Maestro, la fuerza Crística.


Cuando tenía unos 14 años caí repentinamente en una crisis de asma, estábamos de vacaciones. Mi respiración casi paraba y yo permanecía en la cama sin muchas chances de divertirme con la compañía familiar. En esas circunstancias levanté el brazo para abrir una gaveta de un viejo escritorio y mi mano alcanzó una versión de los cuatro evangelios, y abriéndolo me confronté con los primeros trechos de este evangelio. Leí la introducción lentamente y al final caí en una especie de éxtasis que se prolongó, tal vez, por algunas horas. Comprendí que podría abrazar cualquier filosofía y hasta llegar a ser ateo pero jamás podría apartarme de la fuerza del sagrado Nazareno. Había conseguido respirar algo que no era el aire.


Como siempre tuve dificultades irreversibles para adoptar creencias, todo terminó a ser para mí una vivencia, un sentir. La Divinidad se apiadó de mí


Dicen algunos que este texto tiene grandes influencias de los esenios, de donde provenía Juan y otros discípulos, dejo esto para la curiosidad de los lectores.


Por el momento me quedo con la fuerza y poesía del mismo.


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Al principio era el Verbo,

Y el Verbo estaba en Dios,

Y el Verbo era Dios.

Y El estaba al principio en Dios.

Todas las cosas fueron hechas por EL,

Y sin El no se hizo nada de todo lo que ha sido hecho.

En El estaba la vida,

Y la vida era la luz de los hombres.


La luz resplandece en las tinieblas,

Pero las tinieblas no la abrazaron.

Hubo un hombre enviado de Dios, de nombre Juan.

Vino éste a dar testimonio de la luz,

Para testificar sobre ella

Y que todos creyeran por él.

El no era la luz,

Sino que vino a dar testimonio de la luz.

Era la luz verdadera,

(Luz) que viniendo a este mundo ilumina a todo hombre.


Estaba en el mundo

Y por El fue hecho el mundo, pero el mundo no le conoció.

Vino a los suyos pero los suyos no le conocieron.

Mas a cuantos le recibieron

Dioles poder de venir a ser hijos de Dios,

A aquellos que creen en su nombre;

No de la sangre, ni de la voluntad carnal,

Ni de la voluntad de varón, sino de Dios son nacidos.


Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros,

Y hemos visto su gloria,

Gloria como de Unigénito del Padre,

Lleno de gracia y de verdad.


Juan da testimonio de EL, clamando: Este es de quien os dije:

EL que viene detrás de mí ha pasado delante de mí,

Porque era primero que yo.

Pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia.

Porque la ley fue dada por Moisés;

La gracia y la verdad vino por Jesucristo.

A Dios nadie le vio jamás;

El Dios Unigénito está en el seno del Padre,

Ese nos le ha dado a conocer.

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